Luces en la Amazonia
Este verano hemos vivido una de nuestras misiones más emocionantes y desafiantes hasta la fecha: una expedición quirúrgica en el corazón de la Amazonia colombiana. Esta aventura en la que fuimos decididos a “hacer posible lo imposible” no solo marcó un nuevo capítulo en la historia de nuestra fundación, sino que también reafirmó nuestro objetivo: salud visual al alcance de todos, incluso en los rincones más remotos del planeta.
Desde el momento en que se anunció la expedición, el equipo de voluntarios sabía que se enfrentaba a un reto único. Colombia, con su geografía densa y comunidades indígenas dispersas, no era un destino cualquiera y aunque la misión estaba clara: realizar el mayor número de operaciones de cataratas posible en solo una semana, el reto era complicado, pues todo se realizaría a bordo de un barco medicalizado que navegaría por el Amazonas.
La Dra. Laura Mariñas, días antes de partir nos contaba sus inquietudes y afirmaba que: «Aunque no sabemos cómo se comportará el barco durante las cirugías, nos estamos preparando para adaptarnos y dar lo mejor«. Y es que, en este tipo de expediciones, la capacidad de adaptación es tan crucial como el conocimiento técnico.
Las comunidades que visitamos, como Puerto Mariño y Naranjales, son pequeñas poblaciones que, de otro modo, no tendrían acceso a atención médica especializada. Y en otras como en Caballococha se añadía otra complicación más, la mayoría de los casos eran especialmente complejos debido al estado avanzado de las patologías.
Todo comenzó un 20 de julio, día en el que el equipo llegó a Leticia, un pequeño puerto en el Amazonas colombiano. Allí, el alcalde les recibió con gratitud y les guio hasta la embarcación. El camino fue una aventura en sí misma, a bordo de la pequeña embarcación llamada el «Peque Peque”.
Una vez en el barco y a lo largo de los días siguientes, cada miembro del equipo pudo narrar su punto de vista a través de nuestro “diario de expedición en Instagram”.
A pesar de las dificultades propias de todas las expediciones y las particularidades de esta, el equipo funcionó como un reloj suizo y los pacientes, muchos de ellos llegados en barcas y asistidos por familiares debido a su limitada movilidad, fueron atendidos con una eficacia sorprendente.
Cada cirugía fue un reto que finalizaba con una sonrisa.
Conocimos la historia de Jacoba, una mujer de 87 años que había perdido la vista hacía muchos años y que aún no conocía visualmente a sus nietos. Ella representa a muchas de las personas que hemos tenido el privilegio de ayudar durante esta expedición. Personas que, a pesar de las dificultades, nunca pierden la esperanza. Para nosotros, devolverles la vista es mucho más que una intervención médica; es devolverles la posibilidad de trabajar, de ser independientes y, en definitiva, de llevar una vida digna.
El final de esta expedición es el comienzo de nuevas esperanzas para las 166 personas que operamos. Nosotros hemos puesto nuestro grano de arena para devolverles la ilusión y, aunque la misión en Colombia ha llegado a su fin, el impacto de estas intervenciones continuará transformando vidas durante años.
Nada de esto habría sido posible sin el apoyo de numerosas personas y organizaciones. Es por eso que queremos agradecer profundamente a la Fundación Elena Barraquer por prestarnos el microscopio que nos permitió operar a doble camilla, a Iberia por su hospitalidad durante el viaje, a Sacyr por la donación que nos permitió adquirir una lámpara de hendidura portátil y, por supuesto, a todos los que colaboráis con nuestra fundación, ya sea a través de donaciones, tiempo o recursos.
Esta experiencia nos recuerda que, aunque el camino pueda ser duro y desafiante, juntos podemos hacer posible lo imposible. Seguiremos trabajando para llevar la salud visual al alcance de todos, dondequiera que se necesite.
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