Luces de esperanza en Thiès, una expedición médica inolvidable
Seguimos comprometidos con la salud visual y prueba de ello es nuestra última expedición quirúrgica a Thiès, Senegal, durante noviembre. Esta misión no solo fue un desafío médico y logístico, sino también un viaje cargado de emociones, resiliencia y profundas historias humanas.
Comenzamos como siempre con una misión clara: realizar más de 100 cirugías de cataratas para devolver la vista a personas con problemas graves de visión que, de otra manera, no tendrían acceso a una intervención médica tan especializada.
Sin embargo, el contexto no era sencillo. Sabíamos que muchas personas vendrían de lejos, de entornos rurales, prácticamente a tientas porque no veían por ninguno de los dos ojos. Además, el terrible impacto de la DANA en Valencia estaba en el corazón y la mente de todos nosotros.
Llegamos un sábado. Y al día siguiente nos pusimos manos a la obra. El primer día de trabajo fue frenético. La mañana del domingo estuvo dedicada a montar el quirófano y asegurarnos de que cada instrumento estuviera en óptimas condiciones. Cuando montamos, siempre tratamos de crear un entorno totalmente seguro para realizar estas intervenciones quirúrgicas.
La sala de espera pronto se llenó de pacientes y sus familias, todos con la misma esperanza: recuperar la visión. Había varios niños, algunos con cataratas bilaterales, cuya intervención siempre es más complicada. Pese a las dificultades, el ambiente que se respiraba era una mezcla de ilusión y nerviosismo.
El esfuerzo del equipo se tradujo en logros: solo el lunes realizamos 46 cirugías, lo que marcó un comienzo lleno de emoción. Algunas de las cataratas que tratamos en Thiès eran especialmente complicadas y hubo varios casos avanzados que hicieron que cada intervención fuera un reto. A esto se sumaron dificultades técnicas que pusieron a prueba nuestra creatividad: uno de nuestros microscopios se incendió, el autoclave (que sirve para esterilizar el material) dejó de funcionar y, en un momento crítico, incluso la bombilla del microscopio se rompió.
Pero, gracias al ingenio y trabajo en equipo, logramos salir adelante. La anécdota de iluminar el quirófano con las luces de los móviles mientras esperábamos una nueva bombilla es un reflejo de la capacidad del equipo para improvisar y no rendirse. Finalmente, conseguimos una nueva bombilla en poco tiempo y pudimos seguir adelante, pero esto es algo que no se nos olvidará nunca.
A medida que avanzaban los días, el cansancio comenzó a acumularse. Aun así, el compromiso del equipo no flaqueó. Logramos operar a una media de 45 personas diarias, enfrentando largas jornadas en quirófano, las barreras del idioma y las exigencias físicas de estar de pie durante horas. Pero cada sonrisa al final de una cirugía exitosa, cada agradecimiento y cada lágrima de emoción renovaron nuestras fuerzas.
Finalmente, superamos nuestro objetivo de 100 personas y cerramos la expedición con 230 cirugías realizadas, transformando la vida de adultos y niños por igual.
Si tenemos que destacar algo de esta expedición fueron las cirugías infantiles, que siempre son especialmente emotivas. Operamos a varios niños, algunos de apenas 2, 4 y 7 años. Nuestro paciente más pequeño, con ojitos diminutos, fue intervenido bajo anestesia general. Una cirugía compleja y delicada, pero llena de esperanza. Pensar que estos pequeños descubrirán el mundo visual por primera vez gracias a nuestra intervención es algo que siempre recordaremos. Sus primeros gestos al ver la luz son indescriptibles y llenan de alegría y sentido nuestra labor.
Esta experiencia nos deja con la certeza de que, a pesar de las dificultades, el esfuerzo siempre vale la pena. Nos vamos con el corazón lleno de gratitud, con historias que nos marcarán para siempre y con la vista ya puesta en la próxima misión.
Nada de esto sería posible sin el apoyo de quienes creéis en nuestra causa. ¡Gracias a todos!
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